Sa Dragonera fue a lo largo de los siglos un punto estratégico en la navegación de las primeras civilizaciones fenicias, el desembarco de la colonización cristiana, los constantes ataques de piratas, el contrabando, los usos tradicionales de los recursos naturales (“falconeria”, “orxelleria”, cestería y la producción de carbón) e incluso la especulación inmobiliaria.
Esta pequeña isla, a pesar de parecer inhóspita y salvaje, está llena de vida. Su poblamiento, a lo largo de siglos, ha dejado pictóricos vestigios como faros, atalayas, hornos de cal, aljibes y cuevas de agua dulce llenas de cerámicas. Visitar la isla es un viaje temporal donde se puede conocer el paso de sus gentes y la reinterpretación constante del uso de sus recursos, según cada contexto histórico.